Todos hemos visto, en bosques y parques, suspendidas de las ramas de los árboles, las cajas nido creadas por el ser humano con el fin de albergar diferentes especies de aves que, de forma innata, despiertan nuestra simpatía y curiosidad. Aunque menos habituales, también gozan de cierta popularidad las cajas destinadas a atraer la presencia de quirópteros y diversas clases de insectos que pueden funcionar como fauna auxiliar en ambientes construidos como la huerta o el jardín.
Parece lo más deseable y lógico, tratándose de atraer a la fauna dentro de un entorno más o menos transformado, emplear materiales naturales que doten a la construcción de la calidez necesaria. La madera es quizás, gracias a su funcionalidad, su fácil adquisición y una permeabilidad que proporciona la dosis exacta de bienestar animal, el material más común a la hora de crear estructuras más o menos sencillas. Por otro lado tenemos la cerámica, que requiere un trabajo más especializado, pero se adaptará a las formas curvas que atraerán a determinadas especies de aves: son comunes los nidos artificiales de golondrinas, aunque encontraremos también nidos de barro especialmente diseñados para carboneros y herrerillos.
Además, como complemento, en los hoteles de insectos se emplean otros elementos naturales como piñas, piedras, cortezas, cañas, paja, musgo y tierra, muchas veces combinados con ciertos objetos, artificiales pero necesarios, como ladrillos, tejas y redes metálicas de sujeción. En la práctica, casi todo vale a la hora de crear cavidades en las que los animalitos puedan encontrar refugio para hibernar y reproducirse. Eso sí, como la apariencia nos parece importante, buscaremos piezas que se adapten al entorno y que incluso puedan aportar cierta belleza bajo nuestra mirada.
En nuestro vivero tenemos actualmente las preciosas cajas de vida creadas por Daniel Trigueros, permacultor afincado en Los Marines (Huelva). Con maderas recicladas y otros ingredientes naturales que dotan a estas cajas de un aspecto agradablemente térreo, Dani ha fabricado diversos modelos de hoteles de insectos, cajas nido y refugios para quirópteros, como se muestra en las fotografías que acompañan este artículo y que son también del propio autor.
Hoteles de insectos
La primeras cajas de insectos se empezaron a usar en jardines privados en Inglaterra en el s. XIX principalmente para la observación de las abejas. Aunque inicialmente pudieran tener un uso pedagógico y descriptivo, fundamentalmente para facilitar el estudio de los modos de vida de los insectos, la principal motivación para fabricar estos hoteles y refugios ha sido siempre la de protección de la naturaleza en su diversidad: himenópteros (abejorros, abejas, avispas solitarias, avispas excavadoras, pompílidos…), crisopas, tijeretas, coccinélidos y diversas especies que son atraídas por los xilófagos de la madera en descomposición. Muchas de estas especies, como los himenópteros, cumplen además la doble función de ser depredadores de plagas y polinizadores.
Lo cierto es que estos receptáculos no atraerán por sí mismos nuevos huéspedes a nuestro huerta o jardín, pero sí que serán de gran ayuda para que aquellos insectos que transitan o habitan determinado espacio encuentren un refugio seguro para reproducirse. Emplazar adecuadamente la caja de biodiversidad es esencial para lograr nuestro objetivo, valorando aspectos como la exposición, el grado de protección frente a los vientos dominantes y la presencia de una flora rica en diversidad, poniendo cierto cuidado en los períodos de floración de las distintas plantas.
Cajas de diversidad (mucho más que un refugio para las aves)
Y una cosa trae la otra: dónde hay bichitos, sean insectos plaga o depredadores/polinizadores, es natural que haya pájaros y murciélagos. Para conseguir atraer fauna insectívora beneficiosa a nuestro espacio será preciso, además de emplazar exitosamente las cajas de biodiversidad, contar con variedad de plantas autóctonas que puedan cubrir diferentes estratos de vegetación, desde la humilde hierba, pasando por los arbustos y setos naturales (sí, aquí también hay que mencionar la molesta pero impenetrable zarza) hasta los indispensables árboles.
Podemos decir, en términos generales, que la mecanización y la intensificación de los trabajos selvícolas, como ocurre especialmente en el caso de bosques y dehesas, pone en peligro la existencia de refugios naturales para insectos y aves. El documental “Vidas Suspendidas” (Anna Elías, 2017) aborda esta problemática mediante la presentación en primera persona del estupendo trabajo y la sabiduría de Paco Volante como creador de cajas de biodiversidad para revertir el problema actual de las dehesas andaluzas: la pérdida alarmante de encinas y alcornoques. Paco Volante propone un concepto de caja nido más amplio (que ya hemos nombrado varias veces aquí como “caja de biodiversidad”) en el que se pueden albergar varias especies de animales en un solo artefacto con diferentes niveles y habitáculos, de manera que aves, murciélagos e insectos puedan dar forma a un ecosistema equilibrado que ayude a la preservación de la masa forestal. En el blog dedicado al mencionado documental podéis encontrar fotografías y una precisa descripción de su funcionamiento:
http://vidassuspendidas.blogspot.com/2016/12/las-cajas-de-vida-de-paco-volantes.html
Las dehesas y los bosques de nuestra región llevan mucho tiempo soportando erróneas gestiones medioambientales debidas, en buena parte, a un uso intensivo de los recursos forestales y ganaderos. La falta de biodiversidad nos ha llevado a un paisaje silencioso en el que medran las plagas y los hongos patógenos. Los árboles sobreviven a duras penas en un terreno en el que las raíces se encharcan a causa de la sobrecarga ganadera o sufren los estragos de la sequía.
La buena noticia es que, con el paso de los años, se ha comprobado que la instalación de cajas de biodiversidad junto a una gestión sostenible y respetuosa de algunas fincas, la naturaleza ha ido recobrando su presencia a través del canto de los pájaros y el zumbido de los insectos. Mientras los árboles nos sigan proporcionando sombra y cobijo, estamos a tiempo de participar en la preservación y la recuperación de la flora y fauna natural.
Marta Martínez
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Martín (domingo, 02 febrero 2020 10:59)
Me encantan los hoteles de insectos y las cajas nido, y no me importaría dedicarme a ello cuando sea mayor.